PESCADORES
Desde la baranda miro dos inmensidades: La del agua desplazándose hacia el nivel del mar y la del inmenso cielo que se pierde en el filo verde de las islas. Allí arriba pululan nubes besadas con colores prestados por los rayos del sol. Es lo que puedo mirar desde mi lugar mientras el imán barre el lecho ribereño buscando hierros olvidados por el hombre. Unos metros más a la izquierda otros pescadores, los de verdad, rogando un pique decente. A ambos nos une el fracaso. El río no entrega nada y guarda celosamente sus pertenencias a sus usurpadores de buena fe. Otra cosa nos une: Disfrutar la experiencia de pescar independientemente del resultado. Mejor si sale algo. Bien si no sale nada. Un pequeño momento de felicidad que, al final es lo único que nos llevaremos. No me rendía en el intento y así el imán entraba y salía del lecho sin que el magnetismo haga su magia con tesoro alguno a menos que entendamos por tesoro láminas de óxido y barro negro. En medio de esa faena se acercó...