LA RONDA DE MOEBIUS
Fue al noble
gaucho bueno, Fidias Eutifrón Leguizamón a quien se le ocurrió la idea de la
ronda del mate perpetuo. No viene al caso cómo el paisano aprendió a leer –
segunda cosa que aprendió en su vida, la primera fue andar a caballo –. Tampoco
viene al caso cómo le llegó ese volumen de matemática ilustrada donde vió la ilustración
de la cinta de Moebius y se iluminó. Las rondas de los paisanos eran siempre
redondas, los gauchos parcos y silenciosos, aburridos, constantemente mirándose
entre sí mientras tomaban un mate que siempre se lavaba. Pensó en algo
distinto, una ronda con la forma de la cinta, donde los gauchos pudieran estar
mirando para adentro y para afuera todo al mismo tiempo, para mirar el fuego y la
puesta del sol, mirar a los ojos de los paisanos y estar prevenidos a la venida
de los indios comunistas. Como la cinta era una línea y una línea está
compuesta de infinitos puntos la ronda podía expandirse o contraerse según necesidad.
Cada gaucho era un punto que iba de un lado para el otro todo el tiempo. Se
necesitan dos puntos para trazar una recta, pero no podía saberse cuantos
gauchos se necesitaban para conformar la ronda gaucha de Moebius. Pero gauchos
y pampa nunca faltan y allí, en medio de las enormes extensiones de leguas y
leguas se conformó una ronda de nativos que siempre iban oscilando
perpetuamente, esperando un mate que podía demorarse, pero que nunca dejaba de
llegar. La ronda infinita oscila entre las llanuras argentinas y no es fácil
encontrarla al paso, allí el fuego nunca deja de arder y el mate nunca se lava.
Esa ronda peculiar de hijos de esta tierra era un perfecto modelo matemático
aplicado que demostraba que la armonía de los números pueden convivir con las
tradiciones de la Patria.
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