W.F. EL ARTE DE COSER EXPEDIENTES

 En el día que escribo, 3 de julio de 2025, la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe dio el golpe de gracia al expediente judicial en soporte papel disponiendo que la tramitación de los expedientes judiciales se haga íntegramente en soporte digital. Nos, los contemporáneos, vemos con nuestros ojos un hito trascendental en la cultura judicial: la cultura del expediente en papel y resalto el papel porque en definitiva no nos escapamos de la cultura del expediente que seguirá su derrotero en códigos binarios. Pero lo cierto es que con el papel se va una cultura de la tramitación, y con esa cultura se van saberes y oficios que una vez doblada la esquina de la evolución, no volverán jamás.

Desaparecerán las exhaustivas búsquedas, las tediosas reconstrucciones, las fastidiosas foliaturas y los ominosos cuerpos de causas irresolutas con incidentes unidos por cuerda floja. Desaparecerán los ganchillos asesinos que desollaron manos y desangraron empleados. Desaparecerá esa imagen de abogados con valijas rígidas para transportar causas que de otra manera reventarían el nervio ciático de los curiales.

Largo ha sido este día e inmerso en esa reflexiones y sabiendo que con lo inevitables solo queda colaborar es que escribo esta pequeña memoria tratando de raptar al olvido a W.F. insigne ordenanza de los Tribunales Provinciales de Rosario quedioslotengaenlagloria.


Así como Bach computo la Tocatta y fuga en re menor, Borges escribió “Funes el memorioso” y Quinquela Martín pinto el barrio de La Boca como ninguno. W.F cosía expedientes como nadie lo hizo nunca y nadie más lo haría en lo sucesivo.


Entró al Poder Judicial como entran todos los ordenanzas. Venido de campo adentro, hosco, de pocas palabras y mandado al laburo como el que más, sirvió firme y sin remilgos en numerosas jurisdicciones donde brillaba la pulcritud, las cosas se remitían en el día, pero sobre todo, su forma de coser los expedientes no tenían parangón y lo hacía con tal destreza y calidad que el zurcido del expediente, aunque este hubiera sido carcomido, seguía firme y sin mella al paso del tiempo.


El paisano tenía sus propias herramientas de zurcido. Una formidable aguja de tungsteno y un punzón de acero al carbono con mango de quebracho colorado con sus iniciales talladas en bajorrelieve. Guay de quien ose tocarle su herramienta. Uno solo se atrevió, cosa que le valió un taco y el fin inmediato de su subrogancia.


No se achicaba ni al más asqueroso expediente obeso que le pudieran dejar en SU mesa de trabajo. Acometía cada cuerpo como quien acomete a un cordero en una carneada y en ese momento conectaba su cuerpo con su alma y, uno solo cosía el expediente de forma tal que jamás volvía a separarse foja alguna.


Atravesó distintos fueros a lo largo de su vida labora y para cada fuero adoptó un zurcido distinto al cual le dio diversos nombres de canciones de Yupanqui. “Cruz del Sur” para el fuero de Distrito; “Campesino” para el fuero laboral; “Don Fermín” para el contencioso administrativo; “El mal dormido” para el fuero penal; “Hui Jo Jo JO” para la Corte Suprema que es donde finalmente recaló sus últimos años de empleado. Allí cosió no unos ni cientos, sino miles de cuerpos de toda la zona sur del Poder Judicial.


Y allí dejó su vida, en el más literal de los sentidos, murió entre una enorme pila de expedientes, todos maravillosamente cosidos, cada uno con su costura de cada fuero. Sabido el hombre que venía su hora, se acomodó en el suelo, con todos sus expedientes, sus obras maestras, velando por él. Así lo hallaron una mañana. Nunca llegó a jubilarse. No tenía familia alguna. Rápidamente los forenses retiraron el cuerpo, los otros empleados abrieron la ventana y luego se abrió la ventanilla como todos los días.

Nunca nadie volvió a coser como W.F. como nunca nadie, quizás se percató de ese arte mínimo en medio de la burocracia.


Ahora que todo se va, querido maestro, querido artista, yo te rescato en esta brevedad de letras porque pronto ya no habrá más papel para coser y quiero que tu arte no muera en esta muerte.

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