NUNCA MAS!!
No existía cuando fue el 24 de marzo del 76. Fui concebido y traído al mundo mientras el Proceso de Reorganización Nacional marchaba andante y en tono marcial. Campeón mundial de fútbol dentro de la panza de mi madre. Un mundial que tapaba las miserias y hacía mórbida la vista gorda de la sociedad. Era un niño en esa época y nunca pude conocer esa época de primera mano como hoy hubiera querido.
Mis primeros
recuerdos lúcidos de momentos históricos parten de los motines de los carapintadas
y de la hiperinflación. Más atrás de eso poco recuerdo. Lo que sé de esa época
del Proceso lo conozco la boca de otros y de lo escrito por otros que sí pudieron
ser parte del flujo de esa historia.
De niño escuché
y mamé de todo eso de “que había una guerra” “si vos no te metías en cosas
raras no te pasaba nada” que “era necesario” “si no se hacía así no se
terminaba más”.
Recién en la escuela
secundaria, en quinto año, pude ver otra campana en mis oídos sobre aquellos años.
Años después,
aun joven, vi en Rosario, por primera vez una marcha del 24. Una manifestación
que, de donde venía, pasaba sin mayor pena ni gloria. Recuerdo algún recital de
Peteco Carabajal en marzo del 97 por San Martín y Santa Fe donde frenó el
recital para preguntar por el paradero de un desaparecido que la habían pasado
unos jóvenes militantes.
Seré honesto, no
sabía cómo estar en esa parte de la historia cuando nunca la había vivido. Sólo
me encontré con relatos y posiciones de lo que había pasado. Para ese entonces
ya sabía que la historia está escrita desde un lugar y con una perspectiva.
Nunca participé de
una marcha del 24. No siento complejo por ello.
Necesitaba escribir
esa parte de la historia sobre mí, porque nuestra propia biografía es parte de
una biografía mucho mas grande. Ser individualista es ser garca o es ser
boludo.
Para hoy decir
con mi boca “NUNCA MAS” no sólo fue la historia y sus relatos. Fue ver esa enorme
necesidad de justicia por parte de la sociedad. Una exigencia: saber qué pasó y adonde está. Un ejercicio:
Memoria.
El marqués de
Becaria sostenía que no hay peor condena que la incertidumbre. Agrego que esa
condena es peor aun cuando esa condena viene del propio Estado. “Los
desparecidos no están, no son, no existen” sostenía el mandamás de ese
régimen.
Y es que no puedo
dimensionar la vida de una persona cargando esa mochila con una pregunta nunca
podrá responderse. No puedo tolerar el cinismo de quienes se negaron a
responder esas preguntas al menos para permitir al preguntante llevar unas
flores a unos huesos.
No puedo quedarme
impávido frente a la enorme valentía de esas madres y abuelas pidiendo saber dónde
están sus hijos y sus nietos. La enorme valentía de este país que se animó a juzgar
el horror. La enorme dignidad de recuperar identidades sustraídas.
Y todo eso sí es
parte de una historia que estoy viviendo sin necesidad de relatos.
¡¡NUNCA MAS!!
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